Fecha de ejecución:
1970
Técnica:
Hierro
Medidas:
50 x 50 x 50 cm
Procedencia:
Donación del BBVA
A partir de 1967 y sobre todo entre los años 1969 y 1971 el cubo se convirtió en uno de los motivos principales sobre los que reflexionó la obra de Amador Rodríguez (Ceuta, 1926-Madrid, 2001). Atrás había quedado su investigación acerca de la escultura redonda y la descomposición de la esfera, para la que el artista tomó como referencia el trabajo de desocupación de este cuerpo geométrico que el escultor vasco Jorge Oteiza había realizado una década antes. Es esa misma preocupación por la parte interior de las formas la que vuelve a apreciarse en el vaciado que el creador asturiano realiza del hexaedro. La operación de destrucción-construcción a que somete sus partes, característica de toda su producción, le sirve para poner de relieve las constantes volumétricas y espaciales sobre las que se articulan esta clase de cuerpos. Una vez realizado este proceso, según el propio escultor, puede verse cómo en las figuras aparecen “unas líneas frías, unas líneas estáticas, unas líneas dinámicas” llenas de significación y cómo “la conjunción equilibrada de todas ellas constituye la forma armónica”, sobre la cual descansa la emoción estética.
Efectivamente, en esta pieza se aprecia cómo, a partir del cubo inicial, Amador ha ido sustrayendo de las distintas caras la misma cantidad de hierro hasta configurar una estructura ascendente-descendente que dinamiza esa matriz primera con tendencia al estatismo. Para ejecutar esa labor de desmaterialización se ha tomado como unidad de medida en cada una de sus caras el mismo módulo. La pieza pierde así el monolítico carácter unitario que tenía para mostrar una mayor articulación y, junto a ello, una superior trabazón. Suele ser costumbre de Amador no priorizar ninguna de las partes. Al vaciamiento de ese perímetro ha de unirse el del espacio interior, que actúa como fuerza activa capaz de proyectar la figura hacia un silencio original. La luz y la sombra irrumpen así de una manera rotunda como agentes transformadores dentro de una estructura que se ha desembarazado de su fisicidad, pero sin debilitarse.
Esta obra fue expuesta por primera vez en la muestra dedicada al artista por la Galería Kreisler de Madrid en 1972.