Coincidiendo con la fase final del remontaje de la colección permanente en los dos palacios históricos que ocupa el Museo (el Palacio de Velarde y la Casa de Oviedo-Portal) vamos a publicar en nuestro blog una serie de entradas dedicadas a conocer algo más sobre cada uno de ellos.La primera de estas publicaciones se dedica a la Casa de Oviedo-Portal, edificio que se considera un perfecto ejemplo de cómo era la arquitectura palaciega ovetense del siglo XVII. Cerrada prácticamente en su totalidad desde enero de 2012 como consecuencia de las obras de ampliación, está previsto que abra de nuevo sus puertas en marzo de 2016. A partir de entonces la Casa mostrará al público lo mejor de las colecciones de arte asturiano del siglo XIX, así como varios gabinetes dedicados al dibujo, grabado, fotografía y artes industriales. Todo ello como broche final de una extensa e interesante historia, como palacio y como museo, que resumimos brevemente a continuación.
La Casa de Oviedo-Portal ocupa el número 8 de la Calle Rúa, la antigua Rúa de las Tiendas o de los Tenderos, una de las principales vías de comunicación interior de Oviedo, que mantuvo a lo largo de la Edad Moderna su carácter de calle mayor y que todavía es, a día de hoy, una de las más transitadas del casco antiguo. Fue construida para Fernando de Oviedo-Portal, regidor de la ciudad, y su esposa Jacinta de Estrada y Nevares hacia 1659-1660, según las trazas dadas, seguramente, por el arquitecto cántabro Melchor de Velasco Agüero (¿-1669), que había intervenido en la contigua casa del también regidor Juan Carbajal Solís (edificio que hoy ha sido integrado en la Ampliación).
El palacio se eleva sobre un angosto solar de unos 400 m2 y cuenta con un frente de fachada de nueve metros y medio. Consta de tres plantas, que se articulan en torno a un patio de luces, que servía en sus orígenes para dotar de iluminación y ventilación natural a cada espacio y para separar las estancias nobles de la vivienda, situadas al oeste (sobre la vía pública) del resto de las dependencias ubicadas en la trasera. Este recoleto patio, adintelado y sostenido en su parte baja por cuatro columnas de orden toscano, servía además como distribuidor y daba al edificio su carácter palaciego. Es, además, después del medieval de la Casa de Rúa (hoy, Rúa 15) el más antiguo que conserva la arquitectura señorial ovetense.
En la planta baja se ubicaban en origen las dependencias y servicios comunes: al frente la cocina, bodega, despensas, retretes, etc., y en la trasera la cochera y cuadra. La primera planta funcionaba como planta noble, y acogía en su parte oeste el salón, que daba a la calle, junto a dos pequeñas salitas que se usaban como gabinetes o dormitorios, mientras que hacia el este se distribuían las alcobas del mayorazgo y el comedor. El segundo piso era el de diario, utilizado para dormitorio de la familia y servidumbre, aprovechándose las habitaciones delanteras para cuartos de estar y de labor. Bajo las cubiertas, hoy ocupada una de ellas por la biblioteca, se situaba un desván. En cuanto a la fachada, estaba construida con sillares de arenisca y su alzado es sobrio y sencillo, sin apenas decoración (salvo por el escudo de armas de la familia) y con una distribución simétrica de los huecos, destacando la utilización de puertas-ventanas con balcones simples en la segunda planta y corrido en la principal.
En 1878 se realizó una reforma de este inmueble, promovida por el conde de Revillagigedo, que convirtió este palacio en una casa de vecinos y confirió a la fachada su aspecto actual. Las alteraciones que sufrió entonces el alzado original fueron fundamentalmente tres, además de otras menores como el cambio operado en las armas del escudo: rasgado de las ventanas del zaguán, que quedaron convertidas en puertas pero que la restauración de 1985 devolvió a su primitivo destino; apertura de una puerta-ventana en el entrepaño que ocupaba el escudo y desplazamiento de éste a un romanato sobre la cornisa, en el eje axial de la fachada.
No será hasta más de un siglo después cuando el edificio, abandonado y próximo a su destrucción, sea recuperado para Museo. La institución necesitaba ya entonces ampliar su superficie, y por ello se decidió adquirir este edificio, muy próximo al Palacio de Velarde. La escritura de compra-venta de la Casa de Oviedo-Portal fue firmada por la Fundación Pública Centro Regional de Bellas Artes el 18 de mayo de 1982 por un importe total de 21.100.000 pesetas, comenzando las obras de restauración del edificio a principios de 1985. Esta intervención consistió fundamentalmente en consolidar su estructura y devolverle el carácter palaciego, derribando los tabiques de divisiones internas construidos cuando fue habilitada para viviendas en 1878 y reconstruyendo, además, dos plantas bajo cubierta en la parte anterior y posterior del edificio. Inaugurado el 16 de junio de 1986, en 1993 se realizó una segunda intervención arquitectónica, que adecuó tanto este espacio como el del Palacio de Velarde a sus fines museográficos. Ahora, treinta y cuatro años después de su adquisición, estamos cada vez más próximos a la que será su tercera reapertura en su historia como parte del Museo.
(Este texto y algunas de las imágenes están extraídas del libro de Javier González Santos, La Casa de Oviedo-Portal. Un ejemplo de arquitectura palaciega ovetense del siglo XVII, editado por el Museo en 1996).
La entrada de hoy es la primera de una serie de post que dedicaremos a dar a conocer el fondo antiguo de la Biblioteca del Museo de Bellas Artes de Asturias. Ésta se comenzó a formar en 1980, paralelamente a la apertura del Museo, no sólo como centro de investigación histórico-artística sino como salvaguarda de un patrimonio documental que la convierte en una prolongación de la Colección del Museo, multiplicando su potencial para generar nuevas relaciones, interpretaciones y lecturas.
Entre el rico patrimonio documental que conserva podemos encontrar antiguas ejecutorias de nobleza, numerosas ediciones antiguas de diccionarios de artistas, tratados de arte y arquitectura y, sobre todo, una amplia y representativa serie de libros de viaje de distinta fecha y procedencia.
El viaje es uno de los temas recurrentes en la literatura universal. Está presente ya en libros como la Biblia, la Odisea y el Corán y ha jugado un papel estructural para muchos géneros literarios como la novela bizantina, de caballerías o picaresca. Por lo general el viajero “conoce” de antemano el país al que viajará: se ha documentado sobre sus costumbres y su lengua y lo ha imaginado a través de lecturas de otros viajeros, por lo que estará condicionado por sus ideas y prejuicios, aunque siempre buscará un punto de vista diferente. El libro de viaje se convierte, por tanto, en una interpretación del lugar al que se va y en la difusión colectiva de estas experiencias y observaciones mediante su publicación, que va acompañada en muchas ocasiones de mapas, dibujos, grabados o fotografías.
Entre los libros de viaje que conserva la Biblioteca del Museo destaca el Voyage pittoresque et historique de l’ Espagne de Louis Joseph Alexandre Laborde, conde de de Laborde (París, 1773-?-1842), uno de los más importantes libros de viajes de todos los tiempos, del que conservamos una primera edición.
Esta publicación se basa en el viaje que realizó el conde de Laborde por España entre 1800 y 1805 como agregado cultural de la Embajada de Francia en Madrid. Publicado entre 1806 y 1820, es una gran empresa editorial, impulsada enteramente por Laborde e iniciada con el respaldo conjunto de Carlos IV, rey de España y del Gobierno francés, aunque el contexto político dificultará su conclusión.
El Voyage pittoresque se compone de 4 volúmenes y está ilustrado con 349 grabados a buril de gran calidad, en una lujosa edición de folio máximo. Cada volumen se dedica a uno de los cuatro grandes periodos que para Laborde había tenido la historia de España: el romano (incluye las provincias de Cataluña, Valencia y Extremadura), el árabe (Andalucía), el gótico (monumentos góticos y regiones de País Vasco, Aragón, Asturias y León) y la época moderna (Madrid y sus alrededores, fiestas y tradiciones).
En su narración, precisa, erudita y muy cuidada, Laborde une la tradición enciclopédica con un incipiente gusto romántico. Parte de la tradición literaria anterior e incluye un catálogo específicamente artístico y arqueológico, combinando así un criterio estético y científico. Sus fuentes son de origen diverso. Las narraciones de Antonio Agustín, Ambrosio de Morales, Ponz, Towsend y varios textos de Jovellanos son algunos de sus referentes.
Las láminas, y no sólo el texto, resumen este doble criterio, con estampas de arquitectura y relieves que son verdaderos testimonios científicos entremezcladas con láminas pintorescas que buscan mostrarnos las bellezas de los paisajes de España. Muchas de ellas constituyen además el primer testimonio gráfico de la ciudad, paisaje o monumento dibujado. En su realización colaboraron una veintena de artistas, entre los que destacan Jean Lubin Vauzelle, François Ligier, Jacques Moulinier y Dutailly
Este libro fue especialmente significativo porque permitió resituar la Península Ibérica en la cartografía del viajero europeo decimonónico y contribuyó a despertar el interés y curiosidad por un territorio que hasta entonces había sido observado con recelo.