En este post repasamos brevemente la figura y obra de Julio Galán Gómez (La Coruña, 1908 – Milán, 1975), arquitecto que participó en la Edad de Oro de la arquitectura asturiana y, que, como tal, ocupa un lugar preferente en la exposición Una edad de oro: Arquitectura en Asturias 1950-1965 que, comisariada por Fernando Nanclares y Manuel Lombardero, se muestra en el Museo de Bellas Artes de Asturias hasta el próximo 21 de mayo. Hijo del también arquitecto Julio Galán Carvajal (Avilés, 1876 – Oviedo, 1939), en la biblioteca del Museo de Bellas Artes de Asturias se conserva desde 2012 el archivo personal de ambos profesionales, algunos de cuyos documentos se muestran actualmente en la mencionada exposición.
Desde su estudio en la calle Uría 22, Julio Galán Gómez se volvió especialmente conocido por haber diseñado buena parte de las sedes centrales de las cajas de ahorros españolas a partir del concurso celebrado en 1946. El arquitecto obtuvo el título en Madrid en 1936 y ese mismo año fue nombrado Arquitecto Municipal Interino del Ayuntamiento de Oviedo (1936-1938), firmando también su primer trabajo: una casa en la travesía de Santo Domingo para David Álvarez del Busto. Después ejerció como Arquitecto Director de Construcciones Escolares de la Provincia de Oviedo (1939-1959) y Municipal del Ayuntamiento de Langreo (1940-1975). A lo largo de su larga carrera trabajó habitualmente con el delineante Francisco Ruiz Tilve que, como recuerda el ingeniero técnico Jaime Llames “interpretaba y llevaba a buen fin los deseos y observaciones de Julio Galán, plasmándolas en el papel vegetal con la tinta china de barra que él mismo hacía en un cuenco de porcelana”. Otros colaboradores suyos destacados fueron el ingeniero Ildefonso Sánchez del Río y el propio Llames.
Según Fernando Nanclares y Nieves Ruiz, autores del libro Lo moderno de nuevo: Arquitectura en Asturias 1950-1965 (Lamicro, 2014), Julio Galán se caracteriza por una “extraordinaria capacidad para el detalle en la práctica de una arquitectura academicista revisada y, en cierto modo, modernizada”. Extractamos a continuación parte de las apreciaciones de ambos autores sobre algunos de los proyectos de mayor interés de este arquitecto.
Cerramos este texto con el edificio del Colegio de Médicos , en la Plaza de América número 10 de Oviedo. Se trata de un edificio de oficinas de extraordinaria calidad, proyectado en 1962 y cuya fachada, de metódica disposición, se ve favorecida por la curvatura del espacio circular en el que se inserta. La fachada es una retícula compacta de bandas horizontales interrumpidas por nervaduras verticales salientes, todo de aluminio, que descansa sobre una amplia marquesina curvada. Este edificio representa así un vínculo con una modernidad casi intemporal que recorre la arquitectura internacional, desde las obras milanesas de Gio Ponti hasta las americanas de Mies van der Rohe, al que se une, además, un sello de solvencia técnica y elegancia.
Las obras protagonistas del mes de abril tiene como eje la pintura religiosa y la escultura.
Este cuadro es de Bartolomé Esteban Murillo (Sevilla, 1617-1682), uno de los grandes pintores del barroco español, de la talla de Velázquez o Zurbarán. Se conserva en el Museo de Bellas Artes de Asturias y recoge la iconografía tradicional del apóstol, que se representa anciano y portando dos de sus atributos: la llave y un gran libro que podría contener sus Epístolas.
En la línea de los retratos velazqueños, el fondo se configura a través de un tono neutro sobre el que se recorta la figura del apóstol, buscando unas calidades de luz y sombra poco acentuadas para evitar los marcados contrastes de etapas anteriores. La composición está perfectamente equilibrada a partir de la forma piramidal, cuyos vértices coincidiría con la cabeza del apóstol, el libro y el manto que cae sobre su brazo derecho, con un tono que contrarresta también el del infolio.
Realizado por Francisco de Zurbarán entre 1638 y 1640, otra de las grandes figuras de la Pintura del Siglo de Oro, quien recibía numerosos encargos de órdenes religiosas en contratos que incluían veinte o más obras. Posee una enorme calidad plástica, expresiva y emotiva, donde se juega con el sentido del tenebrismo caravaggista. Obras como esta se destinaban a lugares oscuros, para ser iluminadas con candelas, bujías y velas, cuyas luces generaban la impresión de relieve sobre la figura representada.
Pertenece al artista asturiano Joaquín Rubio Camín (Gijón, 1929 – 2007), y se exhibe en la exposición temporal “Una edad de oro: Arquitectura en Asturias 1950-1965” entre el 4 de abril y el 21 de mayo de 2017. Forma parte de una serie de relieves realizados por el artista a finales de la década de los noventa. Se trata de un pieza de pared realizada mediante chapas de acero cortén que se organizan en el espacio generando planos.
“Sobre una guerra civil” (1964) del artista Jaime Herrero (Gijón, 1937), fue realizada en París. Se trata de un tríptico en el que el artista representa el espanto de la guerra expresado por el ser humano.
En el centro de la composición, una masa de rostros desfigurados y monstruosos crece de un único cuerpo. En ese desarrollo, uno de ellos incluso llega a ser cortado por el propio límite de la composición, lo que sugiere que esa masa se puede expandir hacia el exterior. Sus bocas se abren emitiendo gritos de terror y de dolor, mientras alzan puños ensangrentados. La angustia de estas figuras se acompaña de un paisaje yermo. Todo ello se enfatiza gracias al uso de una pincelada gruesa y cargada de pasta, así como a la intensidad de los colores empleados, en especial los tonos rojos alusivos a la sangre y la guerra.