DEPÓSITOS

DEPÓSITOS DEL MUSEO NACIONAL DEL PRADO

El depósito de obras del Museo Nacional del Prado en el Museo de Bellas Artes de Asturias es uno de los más selectos y mejor vinculados del llamado «Prado disperso». Formado por 44 piezas, abarca desde el siglo XVI hasta principios del XX, con ejemplos significativos de los principales estilos de la historia del arte moderno y contemporáneo: renacimiento, manierismo, barroco, neoclasicismo, romanticismo y realismo.

La primera mitad del contenido del depósito está dedicada al arte antiguo. En este apartado y en lo que atañe al arte italiano, sobresale la Santa Catalina de Alejandría de Tiziano, muy característica de la escuela veneciana del siglo XVI; la Lucrecia dándose muerte, del taller de Guido Reni, excelente representación del clasicismo boloñés del siglo XVII; la Magdalena penitente, de igual cronología, enigmática obra de un anónimo de escuela toscano-romana; la Cleopatra dándose muerte, atribuida a Andrea Vaccaro, una de las pinturas más bellas de este sector antiguo del depósito, a la vez que un magnífico y curioso testimonio de la pintura barroca napolitana, y el monumental San Francisco recibe los estigmas de José de Ribera, Lo Spagnoleto, la gran personalidad artística de la precitada escuela.

Respecto al arte flamenco hay dos obras de Rubens: Eolo y Vulcano y el fuego, claros paradigmas de las interpretaciones de la mitología clásica emprendidas por este famoso maestro.

En cuanto a la pintura española de la Edad de Oro, el depósito del Prado ha supuesto un enriquecimiento sustancial de las colecciones del Museo asturiano con la interesante Anunciación de Vicente Carducho, italiano de nacimiento y el más notable pintor cortesano hasta la llegada de Velázquez. Un retrato del taller de éste último, El príncipe Baltasar Carlos, ha permitido al Museo cerrar de manera espléndida la representación de la pintura barroca madrileña en todas sus etapas. Las obras San Fernando de Murillo y Santa Águeda de Francisco Rizzi, entre otras, completan el lote de aportaciones españolas del barroco triunfal.

Del arte dieciochista merece mención el Bodegón con peros, queso, pan y recipiente de Luis Egidio Meléndez, un óleo que refuerza el ciclo de obras de este celebérrimo pintor de ascendencia asturiana. De finales del siglo XVIII es la Batalla de Aljubarrota de Mariano Salvador Maella, pintura que, unida a otras selectas piezas del artista presentes en el Museo, convierten al Centro asturiano en referente del autor.

La otra mitad del contenido del depósito abarca el siglo XIX y alcanza los principios del XX. En esta sección hay una extraordinaria representación española de las corrientes más dominantes, empezando por las esculturas de Antonio Solá, artista de orientación neoclásica, y las de José Gragera, y Martín Riesco, ambas de sesgo romántico.

Del romanticismo pictórico destacan Ayer y hoy de Cecilio Pizarro; El Carnaval de Madrid de Pérez Rubio; el Combate de Eros y Antheros de Hernández Amores y La cámara de Felipe IV en el Real Sitio del Buen Retiro de Vicente Poleró. Otro ejemplo soberbio del periodo, que ha fortalecido los fondos de la pintura decimonónica asturiana, es la obra La salida de misa, en una aldea de las cercanías de Santiago de Galicia, de Dionisio Fierros.

El capítulo del realismo cuenta con varias contribuciones, que se han convertido en indispensables en los circuitos expositivos del Museo de Bellas Artes de Asturias. En este bloque se encuentran las obras, estrechamente vinculadas a Asturias, Puerto de Pajares y Picos de Europa, de Carlos de Haes. De fines del siglo XIX son los lienzos de gran formato Lavadero en el Manzanares de Eusebio Pérez de Valluerca y Agosto de Díaz Olano. De la misma época es Después de una huelga, del asturiano José Uría, una de las pinturas de temática social más relevantes de la historia del arte español. En los albores del siglo XX y dentro de la misma orientación social hay que ubicar los asombrosos trabajos La promesa, después del temporal, Asturias y Arando la tierra (Asturias), del también asturiano Ventura Álvarez Sala. Por último, la estatua costumbrista Las cosquillas, del ovetense Cipriano Folgueras, clausura el ciclo.

El depósito del Museo Nacional del Prado funciona como un complemento extraordinario de las colecciones del Museo de Bellas Artes de Asturias, otorga apoyo a sus líneas de investigación científica, refuerza la calidad de su exposición permanente, permite el sostenimiento de muchas de sus actividades educativas y consigue, a través de la Institución asturiana, una perpetua difusión y un conocimiento sistemático de los fondos de la Pinacoteca Nacional.

Gabino Busto Hevia

Conservador de Arte

Antiguo del Museo de

Bellas Artes de Asturias

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