El Programa La Obra invitada tiene como misión traer al Museo de Bellas Artes de Asturias durante un periodo de tres meses destacadas obras procedentes de coleccionistas particulares o de otras instituciones nacionales e internacionales que contribuyan a reforzar el discurso de la colección permanente, bien porque permitan profundizar en aspectos ya contemplados por la colección, bien porque permitan cubrir lagunas que en ella puedan detectarse.
En este caso, la presencia será doble, al exponerse no una obra sino una pareja de bustos realizados por el escultor José Gragera: José Francisco de Uría y Riego (1862) y Gaspar Melchor de Jovellanos (1863), procedentes ambos de la Junta General del Principado de Asturias.
El escultor José Gragera y Herboso (Laredo, 1818 – Oviedo, 1897) tuvo su primera formación cultural y artística en Oviedo, a donde se trasladaron sus padres siendo él un niño. Posteriormente continuó sus estudios en Madrid, en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. En 1854 obtuvo su primer éxito a nivel nacional al vencer el concurso para realizar la estatua de Mendizábal, con motivo de cuya fundición viajó a París en 1856-57. A su regreso se convirtió en restaurador de escultura en el Museo del Prado y, a partir de 1869, en subdirector. Excelente retratista, suele citársele como autor representativo de la escultura romántica española, aunque su romanticismo reside más en el espíritu que en la forma, caracterizándose su producción por las referencias clásicas, que se unen a un contenido sentimiento. Su estilo, sobrio y majestuoso, huye de toda posible afectación, reflejando la serenidad de los retratados.
Estos dos bustos, encargados de manera conjunta al artista en 1862, mantienen una serie de características formales comunes, además de similar solución para el pedestal. Ambas son representaciones en mármol, frontales, de busto largo, en las que se representa al retratado de modo sobrio, contenido, con un modelado firme y ligeramente idealizado, aunque exaltando los rasgos humanos de mayor valor iconográfico, aquellos que permiten definir e identificar al personaje. Inmortalizados como hombres ilustres, como modelo de virtud, se les dota de un carácter heroico mediante la capa, de marcados pliegues, recurso de uso habitual en la escultura de este periodo que contribuía a dar dignidad y prestancia al personaje. El de José Uría y Riego (Cangas del Narcea, 1819 – Alicante, 1862) fue encargado por el Principado tras la muerte de este y como honra al político asturiano. Inspirado en fotografías y retratos de la época, consta que el escultor terminó la pieza, seguramente aún en escayola, en el mes de noviembre, y que realizaría también una segunda versión para la familia del político. Por su parte, para el de Gaspar Melchor de Jovellanos (Gijón, 1744 – Puerto de Vega, Navia, 1811), que Gragera firmaría un año después, probablemente se inspiró en el retrato que realizó del ilustrado en 1809 Ángel Monasterio.
La presencia de estas dos esculturas en el Programa La Obra invitada del Museo del Bellas Artes de Asturias se enmarca dentro de un amplio proyecto de colaboración firmado entre la Junta y el Museo en mayo de 2016.