Alrededor del vacío I, 1964, de Eduardo Chillida

El Programa La Obra invitada tiene como misión traer al Museo de Bellas Artes de Asturias durante un periodo de tres meses destacadas obras procedentes de coleccionistas particulares o de otras instituciones nacionales e internacionales que contribuyan a reforzar el discurso de la colección permanente, bien porque permitan profundizar en aspectos ya contemplados por la colección, bien porque permitan cubrir lagunas que en ella puedan detectarse. En esta ocasión, la Obra invitada será Alrededor del vacío I, 1964, de Eduardo Chillida, una escultura procedente del Museo de Bellas Artes de Bilbao.

Eduardo Chillida (Donostia/San Sebastián, 1924-2002) es una figura clave en la escultura del siglo XX, continuador de la tradición escultórica en hierro iniciada por Picasso, Julio González y Pablo Gargallo. El artista comenzó estudios de arquitectura en Madrid, que pronto abandonó para dedicarse a la escultura. Tras una estancia en París, en 1951 retornó al País Vasco. En 1958 obtuvo el Gran Premio de Escultura de la Bienal de Venecia. Su colaboración con filósofos -Heidegger, Cioran- y poetas -Jorge Guillén- da idea del interés esencialista de sus obras.

Eduardo Chillida, Alrededor del vacío I

Alrededor del vacío I, 1964, de Eduardo Chillida. Museo de Bellas Artes de Bilbao

Su obra osciló entre la caligrafía informalista (es decir, el rasgo rápido y continuo) y unas formas más compactas de “geometría imprecisa”, que le acercaban al espacialismo. La disyuntiva se definió con frecuencia en cada obra según el material con que estaba realizada, pues el escultor fue especialmente sensible al diferente valor plástico del hierro, la madera, el alabastro, el hormigón o la terracota, materiales que utilizó preferentemente.

Alrededor del vacío I es la primera escultura de un conjunto de cinco piezas en acero realizadas por el artista entre 1964 y 1969. Adquirida por el Museo de Bellas Artes de Bilbao en 1981, se trata de una de las esculturas de referencia del artista en las colecciones de la institución vasca.

Pese a su reducida escala, se concibe como una obra monumental, rotunda, que muestra una de las principales preocupaciones de Chillida: definir el espacio a través de sus límites. “El límite es el verdadero protagonista del espacio”, llegó a afirmar el escultor. Y es a través del juego con los límites que se definen los tres elementos que la configuran: por un lado, el espacio que circunda la pieza, concentrado alrededor de la misma; por otro, el de los propios volúmenes de sección rectangular (los “espacios positivos”, cargados de materia) y, por último, y tal y como su propio título indica, el del propio vacío interior, el “espacio negativo”, el cual se forja como un núcleo invisible, como verdadero eje articulador de la obra. Es en torno a ese vacío, del que emergen de forma ordenada los volúmenes, que las formas se giran y quiebran angularmente, al ritmo sincopado de una acentuada energía marcada por diversos flujos diagonales que permiten modular el espacio y generar, pese al estatismo y rotundidad derivadas del material, una sensación de sereno dinamismo, el cual, unido a la cuidada pátina de oxidación, confieren a la obra un carácter de inmutable modernidad.

La obra se expondrá en la sala 26 (2ª planta – edificio de Ampliación) hasta el próximo 4 de junio.

Vista de Chillida en Sala. Vista 2

Vista de la exposición, Fotografía : Marcos Morilla

Vista de Chillida en Sala. Vista 2

Vista de la exposición, Fotografía : Marcos Morilla

Exposición de Chillida. Vista Sala 1

Vista general de la Obra invitada en la sala 26. Fotografía: Marcos Morilla

Vista de Chillida en Sala. Vista 4

Vista de la exposición, Fotografía : Marcos Morilla

Vista de Chillida en Sala. Vista 5

Vista de la exposición, Fotografía : Marcos Morilla

Una edad de oro: arquitectura en Asturias 1950-1965

Basada en las aportaciones de Lo moderno de nuevo: Arquitectura en Asturias 1950-1965, de Fernando Nanclares y Nieves Ruiz, Premio Asturias del Colegio de Arquitectos de la región, la exposición Una edad de oro: Arquitectura en Asturias 1950-1965 dará a conocer al gran público una nueva interpretación sobre la época dorada de la arquitectura moderna asturiana, aquella desarrollada durante los años cincuenta y primera parte de los sesenta, momento en el que emerge de nuevo el espíritu moderno y renacen aquellas ideas vanguardistas que ya habían dado excelentes frutos en los tiempos de la República.

La recuperación de aquella modernidad, tras el paréntesis de la guerra española y el periodo de autarquía, no es literal, no hay una estricta continuidad estilística. Ya no hay tanta exigencia, no son tiempos de innovación sino de revisión, de adaptación a una realidad socioeconómica y cultural que ha cambiado. Es el momento de una nueva sensibilidad que se va imponiendo en las artes plásticas, en la música y en la cinematografía de la época.La tarea de renovación de la arquitectura asturiana de los años cincuenta recae en un grupo heterogéneo de arquitectos de edades y formación académica variadas que abordan su trabajo desde una visión estrictamente profesional y con gran libertad creativa. Entre ellos se encuentran  Ignacio Álvarez Castelao, Juan Manuel del Busto González, Joaquín Cores Uría, Miguel Díaz Negrete, Julio Galán Gómez, José Gómez del Collado, Federico Somolinos Cuesta, Juan Vallaure Fernández-Peña y Joaquín Vaquero Palacios.  Todos ellos producen una arquitectura brillante, colorista, deudora de la nueva abstracción que se abría paso en la plástica moderna, que transmite una sensación de optimismo, de cierta ligereza y desenfado, sobre todo si se compara con la que se va a realizar en las décadas siguientes, cargada de inseguridad y preocupaciones político-sociales y muy presionada por el desarrollismo consumista.

La exposición ubicada en las salas de exposiciones temporales del edificio de Ampliación, está articulada en 6 secciones e integrada por 105 paneles, 52 documentos originales, 15 piezas de mobiliario, 8 obras de arte y 1 cortometraje documental, que permiten al visitante reconstruir un imaginario (un imaginario latente, que deviene patente a través del recorrido por el espacio expositivo), y que no es otro que el de la propia arquitectura entre la que día tras día transitamos.

Exposición una edad de oro: 1

Vista de la exposición, Fotografía : Marcos Morilla

Exposición Una Edad de Oro: arquitectura en Asturias 4

Vista de la exposición, Fotografía : Marcos Morilla

Exposición Una Edad de Oro: arquitectura en Asturias 2

Vista de la exposición, Fotografía : Marcos Morilla

Exposición Una Edad de Oro: arquitectura en Asturias 7

Vista de la exposición, Fotografía : Marcos Morilla

Exposición Una Edad de Oro: arquitectura en Asturias 8

Vista de la exposición, Fotografía : Marcos Morilla

Exposición Una Edad de Oro: arquitectura en Asturias 9

Vista de la exposición, Fotografía : Marcos Morilla

Exposición Una Edad de Oro: arquitectura en Asturias 5

Vista de la exposición, Fotografía : Marcos Morilla

 Exposición Una Edad de Oro: arquitectura en Asturias 3

Vista de la exposición, Fotografía : Marcos Morilla

Exposición Una Edad de Oro: arquitectura en Asturias 6

Vista de la exposición, Fotografía : Marcos Morilla

Colección Cubista de Telefónica

La Colección Cubista de Telefónica surgió con la intención de cubrir un vacío en las colecciones españolas sobre este movimiento detonante de las vanguardias y, con el paso del tiempo, se ha configurado como una completa y fundamental selección de obras que ponen de relieve la diversidad de las propuestas y técnicas cubistas desarrolladas a lo largo del tiempo. Formada en torno a la obra de Juan Gris, propone una visión complementaria a la de la historiografía tradicional -con Georges Braque y Pablo Picasso como creadores del movimiento-, en la que se incluyen además diferentes propuestas de artistas europeos y latinoamericanos afines a este lenguaje. Y es que el Cubismo fue más que una vanguardia: fue el movimiento artístico que inauguró la modernidad, además de prolongarse a través de numerosas derivas cubistas que tomaron un camino propio.

Fundado en París a finales de la primera década del siglo XX por Braque y Picasso, los límites temporales del Cubismo se extienden más allá de los años 20, cuando otros artistas se incorporan al movimiento para redefinirlo. A través de un revolucionario modo de pintar, el cubismo cambió para siempre la forma de mirar la pintura: ahora el espectador debe recorrer planos, líneas y colores, dispuestos según un ritmo propio que obliga no sólo a una contemplación sensorial, sino también a un ejercicio intelectual de reconstrucción.

La exposición, producida por Fundación Telefónica con la colaboración del Museo de Bellas Artes de Asturias, está compuesta por 36 obras y se articula en tres ámbitos: la obra de Juan Gris -diez piezas excepcionales del artista madrileño-; la visión de los otros cubismos con la obra de artistas contemporáneos a Juan Gris que trabajaron en París: Albert Gleizes, Jean Metzinger, Louis Marcoussis, André Lhote, Georges Valmier, María Blanchard y Auguste Herbin; y la expansión internacional del movimiento recogida en la presencia de artistas españoles y latinoamericanos como Manuel Ángeles Ortiz, Rafael Barradas, Xul Solar o Vicente Huidobro, entre otros. Completa el discurso una selección bibliográfica y documental relacionada con los distintos cubismos y el documental Juan Gris. Cubismo y Modernidad, del director José Luis López-Linares.

La Colección Cubista de Telefónica se podrá visitar en la planta -1 de edificio de Ampliación de la pinacoteca asturiana entre el 30 de septiembre de 2016 y el 8 de enero de 2017.

Logos MBBAA y Fundación Telefónica

Juan Gris, La fenêtre aux collines, 1923. Colección Cubista de Telefónica

Juan Gris, La fenêtre aux collines, 1923. Óleo sobre lienzo, 95,5 x 114,5 cm

La guitare sur la table

Juan Gris, La guitare sur la table, 1913. Óleo sobre lienzo, 85 x 97 cm

La Chanteuse, Juan Gris

Juan Gris, La Chanteuse, 1926. Óleo sobre lienzo, 116 x 88,4 cm

Le jardin, Juan Gris

Juan Gris, Le jardin, 1916. Óleo sobre madera, 76,8 x 57,7 cm

Composición cubista, María Blanchard

María Blanchard, Composición cubista, hacia 1918. Óleo sobre lienzo,49 x 43,3 cm

Retrato de Antonio

Rafael Barradas, Retrato de Antonio, hacia 1920-1922. Óleo sobre lienzo, 80,7 x 68,6 cm

Arte contemporáneo asturiano en el Museo de Bellas Artes de Asturias. Últimas generaciones

Arte Contemporáneo Asturiano en el Museo de Bellas Artes de Asturias. Últimas generaciones es la quinta muestra que se celebra en la sala de exposiciones de La Caridad con fondos procedentes de la colección del Museo de Bellas Artes de Asturias.

Tras haber revisitado en años precedentes la obra de artistas asturianos de los siglos XIX y XX, en esta quinta edición toman el testigo creadores nacidos en nuestra región a partir de los años sesenta de la pasada centuria y que han desarrollado su producción de manera prioritaria en pleno siglo XXI.

En este sentido, esta exposición, polifónica, ecléctica, heterogénea y variada en cuanto a sus hebras discursivas, reúne principalmente pintura, dibujo y fotografía realizada en los últimos tiempos, con las que se pretende complementar el discurso dedicado al arte contemporáneo asturiano que puede verse en el edificio de Ampliación del citado centro, en Oviedo. Y en concreto, el consagrado a esas últimas generaciones, pobladas por artistas cultivadores de distintos géneros, registros y estilos, y por lo tanto muy difíciles de homogeneizar, pero que han demostrado reunir una serie de cualidades que permiten, aunque sea de manera general, relacionarlos entre sí. Entre ellas cabe destacar su elevado grado de formación, su interés por entrar en contacto con distintas disciplinas, su fuerte impulso experimentador y un profundo conocimiento del medio artístico regional, nacional e internacional, que ha hecho que en muchos casos su obra haya podido proyectarse más allá de nuestras fronteras. Los autores presentes en la muestra son: Mario Cervero (Oviedo, 1963), Marcos Morilla (Gijón, 1963), Gabriel Truan (Madrid, 1964), Carlos Coronas (Avilés, 1964), Paco Cao (Tudela Veguín, Oviedo, 1965), José Carlos Álvarez Cabrero (Oviedo, 1967), Guillermo Simón (Villaviciosa, 1968), Carlos Suárez (Avilés, 1969), Faustino Ruiz de la Peña (Oviedo, 1969), Pablo de Lillo (Avilés, 1969), Avelino Sala (Gijón, 1972), Federico González Granell (Cangas del Narcea, 1974), Jacobo de la Peña “Israel” (La Coruña, 1974), Jorge Jovino Fernández Fernández (Avilés, 1975), Rebeca Menéndez (Avilés, 1976), Rut Álvarez Valledor (Oviedo, 1975), Jezabel Rodríguez Asperilla (Oviedo, 1977), Pedro Fano Muñiz (Oviedo, 1977), María Vallina (Langreo, 1978) y Hugo Fontela (Grado, 1987).

A través de la selección de la veintena de obras aquí expuesta puede apreciarse cómo estos creadores han profundizado en su discurso a través de la práctica de disciplinas que podríamos considerar clásicas, como son la pintura, el dibujo y la fotografía (frente a otras territorios artísticos más novedosos como el vídeo o la instalación), pero problematizando muchas veces estas desde el punto de vista de su naturaleza y esencia. En el caso de los nacidos en la década de 1960 se aprecia especialmente la primacía de la pintura por encima de otras modalidades, con obras encuadrables en el campo de la abstracción lírica y geométrica, así como en una figuración de variados registros. Mención aparte merecen también aquellos que han trabajado un concepto “ampliado” o “expandido” de esta disciplina, basado en la transformación y manipulación de soportes y técnicas. Por último, los creadores de la generación nacida en las décadas de 1970 y 1980 también utilizarían en sus discursos recursos como el mestizaje, el reciclaje, la hibridación, la contaminación, las técnicas de postproducción y la apropiación histórica, tan habituales, por otra parte, en el devenir artístico de los últimos años.

Top Model, Paco Cao

Paco Cao, Top Model, 1993. Electrografía sobre tela y acetato, tuercas, tornillos y costuras, 81 x 61 x 8 cm.

En la playa, González Granell

Federico González Granell, En la playa, 2001. Óleo sobre papel, 1000 x 700 mm.
Museo de Bellas Artes de Asturias



Esta muestra, organizada por el Museo de Bellas Artes de Asturias, se puede visitar en la sala de exposiciones de La Caridad entre el 24 de septiembre y el 6 de noviembre de 2016.

Hacia la luz. Hasta la ausencia, de Francisco Fresno

El Museo de Bellas Artes de Asturias continúa durante el último cuatrimestre de 2016 su programa de PROYECTOS ESPECÍFICOS realizados por artistas contemporáneos en la pinacoteca.El esta ocasión será el artista Francisco Fresno (Villaviciosa, 1954) quien intervendrá en el patio y sala de exposiciones del Palacio de Velarde entre el 25 de octubre de 2016 y el 22 de enero de 2017. Escultor, pintor y grabador, su obra ha estado marcada desde sus orígenes por el contacto con la naturaleza, de la que recoge un sentimiento panteísta que le lleva a una percepción de la realidad transcendente y unitaria.

A continuación el propio artista presenta el proyecto, titulado Hacia la luz. Hasta la ausencia:

El espíritu de la materia

“Hace unos meses participé en la exposición colectiva Cajas, celebrada en el Museo de Bellas Artes de Asturias y comisariada por su director, Alfonso Palacio, y el ceramista Manuel Cimadevilla, que fue quien nos guió a los diez participantes con las técnicas de la cerámica y sus posibilidades para adecuarlas a nuestros intereses artísticos. En este proyecto tuve mi primera experiencia con la porcelana, un material sumamente frágil antes de su cocción, y muy fácil de pulir, casi como la tiza.

Con tales antecedentes he concebido la actual exposición, pero he de confesar que en este caso la idea ha derivado de la vivencia con el material mismo, de la atracción por su fragilidad, por la concentración que exige el pulido con el consiguiente vaciamiento mental durante el proceso, una liberación del pensamiento a través de lo psicomotriz, un ser y estar en blanco, en el blanco de las hojas de porcelana, tanto en el que se va adelgazando y tomando forma al pulirlo como en el que literalmente se sublima como polvo residual en vuelo.

En otra ocasión escribí que “quizá el alma de las cosas que buscamos con el arte se encuentre más fuera que dentro de ellas -entre ellas-, en ese exterior que es a su vez el interior común de su revés”, el espacio que las comunica y separa entre los límites de sus formas.

Recuerdo una experiencia de hace años, en la que me quedé mirando una columna blanca de mi estudio, aislando mi atención de todo lo demás. La forma cilíndrica de la columna graduaba la luz que se deslizaba sobre su superficie curva, resaltando la textura. Mi mente y mis ojos se fundían en ella. No había distancia entre ambos, era como ser y estar en lo otro, y viceversa: una forma de comunión y de conciencia de existir en lo que revelaba la luz.

Similar ha sido la experiencia y la atracción con la pasta de porcelana, con las hojas blancas en la palma de la mano, hermanadas con ella en su escala, con sus caras cóncavas y convexas, y también con la similitud de las huellas de las nerviaciones como líneas de la vida. Hojas frágiles en las que la fragilidad no se somete, pues exige sin imponerse. Hojas con destino: las que han de romperse se rompen como aviso ante cualquier intención de dominio. Hojas que permiten un fácil desgaste, y que en tal proceso van cubriendo el césped sobre el que cae su polvo blanco, pero como si en vez de polvo acumulado fuera una luz irradiada por lo terrenal.

En este caso, el discurrir ha sido el discurso, no discurso como idea teórica sino como vivencia con lo que literalmente tenía entre manos, vivencia en contacto con la naturaleza, desnudo sobre mi césped norteño, o junto a la orilla del mar Mediterráneo, escuchando la llegada de las olas sin ignorar mientras tanto que La ola es el mar (Willigis Jáger), igual que el blanco de las hojas es la recepción de la luz que ilumina el espíritu de la materia”.

Más información sobre el artista en: http://franciscofresno.blogspot.com.es

Francisco Fresno
Proceso
Hacia la luz
Tempus
Uno, dos, tres...
Hacia la luz
Hasta la ausencia

Arqueta japonesa estilo Namban (c. 1600-1630) y arqueta virreinal peruana de barniz de Pasto (segunda mitad del siglo XVII)

El Programa La Obra invitada tiene como misión traer al Museo de Bellas Artes de Asturias durante un periodo de tres meses destacadas obras procedentes de coleccionistas particulares o de otras instituciones nacionales e internacionales que contribuyan a reforzar el discurso de la colección permanente, bien porque permitan profundizar en aspectos ya contemplados por la colección, bien porque permitan cubrir lagunas que en ella puedan detectarse.

En este caso, la presencia será doble, al exponerse no una obra sino dos, procedentes ambas de sendas colecciones particulares y las dos inéditas. Se trata de una Arqueta japonesa estilo Namban, datada hacia 1600-1630, y de una Arqueta virreinal peruana de barniz de Pasto, realizada en la segunda mitad del siglo XVII.

Hace aproximadamente cuatro siglos se elaboró en Japón un tipo de objetos lacados llamados “laca Namban” destinados exclusivamente a los primeros europeos que comerciaron con dicho país, que fueron los portugueses y españoles. Eran pequeños muebles, sobre todo arcas y arquetas, decorados intensamente con motivos dorados y nácar ajustándose al gusto de los clientes. Una parte importante de ellos viajaron a Manila y posteriormente el Galeón de Manila los transportaba a Nueva España, y desde allí se distribuían por América virreinal y España, dejando influencias en las artes americanas. Así se desarrolló en el virreinato de Perú un arte llamado “barniz de Pasto”, que comparte características con la laca Namban.

Arqueta japonesa estilo Namban

Arqueta japonesa estilo Namban, c. 1600-1630, colección particular

Arqueta virreinal peruana

Arqueta virreinal peruana de barniz de Pasto, segunda mitad del siglo XVII, colección particular



Las dos obras invitadas, una arqueta de laca Namban y otra de barniz de Pasto son claros testigos de este interesante intercambio cultural. La Arqueta japonesa estilo Namban es una caja prismática de madera ligera con tapa en forma de medio cañón, decorada toda ella con varias capas de laca japonesa urushi de color negro sobre la que se desarrolla una decoración bastante tupida a base de sencillas plantas, característica habitual del estilo Namban. La decoración está realizada mediante la combinación de distintas técnicas, como la de maki-e plano, que consiste en espolvorear finas partículas de oro o plata sobre los dibujos realizados con la laca urushi fresca, la cual sirve de adhesivo; el harigaki, que consiste en rascar con una herramienta puntiaguda finas líneas después de realizar el maki-e cuando la laca está aún fresca y no consolidada y, por último, el tsukegaki, por medio de la cual se añade con un pincel fino detalles como los nervios o pistilos de las flores. En cuanto a la Arqueta virreinal peruana de barniz de Pasto, también de cuerpo prismático y tapa en forma de bóveda de cañón, está elaborada con el barniz de Pasto, sin relieve, sobre madera y superponiéndose finísimas láminas semitransparentes obtenidas de la resina de mopa-mopa. Su decoración, muy rica, es una verdadera fusión de motivos autóctonos americanos, asiáticos y eruditos llegados de España. En cuanto a la técnica, aparte de aplicarse una rica gama cromática, se recurre a insertar finas láminas de plata batida entre las láminas vegetales, las cuales, combinadas con la lámina superpuesta de distintos colores, crean un intenso brillo sumamente atractivo. Cinco caras de la arqueta están decoradas tupidamente con elementos vegetales, animales y figuras humanas con una disposición más o menos simétrica sobre un fondo negro. Bandas de color crema decoradas con la alternancia de ramilletes y botones florales recorren por los bordes formando marcos. Los contornos de los motivos decorativos y sus detalles están realizados adhiriéndose finísimos cordones o hilos de mopa-mopa.

José Francisco de Uría y Riego (1862) y Gaspar Melchor de Jovellanos (1863), de José Gragera

El Programa La Obra invitada tiene como misión traer al Museo de Bellas Artes de Asturias durante un periodo de tres meses destacadas obras procedentes de coleccionistas particulares o de otras instituciones nacionales e internacionales que contribuyan a reforzar el discurso de la colección permanente, bien porque permitan profundizar en aspectos ya contemplados por la colección, bien porque permitan cubrir lagunas que en ella puedan detectarse.

En este caso, la presencia será doble, al exponerse no una obra sino una pareja de bustos realizados por el escultor José Gragera: José Francisco de Uría y Riego (1862) y Gaspar Melchor de Jovellanos (1863), procedentes ambos de la Junta General del Principado de Asturias.

El escultor José Gragera y Herboso (Laredo, 1818 – Oviedo, 1897) tuvo su primera formación cultural y artística en Oviedo, a donde se trasladaron sus padres siendo él un niño. Posteriormente continuó sus estudios en Madrid, en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. En 1854 obtuvo su primer éxito a nivel nacional al vencer el concurso para realizar la estatua de Mendizábal, con motivo de cuya fundición viajó a París en 1856-57. A su regreso se convirtió en restaurador de escultura en el Museo del Prado y, a partir de 1869, en subdirector. Excelente retratista, suele citársele como autor representativo de la escultura romántica española, aunque su romanticismo reside más en el espíritu que en la forma, caracterizándose su producción por las referencias clásicas, que se unen a un contenido sentimiento. Su estilo, sobrio y majestuoso, huye de toda posible afectación, reflejando la serenidad de los retratados.

Estos dos bustos, encargados de manera conjunta al artista en 1862, mantienen una serie de características formales comunes, además de similar solución para el pedestal. Ambas son representaciones en mármol, frontales, de busto largo, en las que se representa al retratado de modo sobrio, contenido, con un modelado firme y ligeramente idealizado, aunque exaltando los rasgos humanos de mayor valor iconográfico, aquellos que permiten definir e identificar al personaje. Inmortalizados como hombres ilustres, como modelo de virtud, se les dota de un carácter heroico mediante la capa, de marcados pliegues, recurso de uso habitual en la escultura de este periodo que contribuía a dar dignidad y prestancia al personaje. El de José Uría y Riego (Cangas del Narcea, 1819 – Alicante, 1862) fue encargado por el Principado tras la muerte de este y como honra al político asturiano. Inspirado en fotografías y retratos de la época, consta que el escultor terminó la pieza, seguramente aún en escayola, en el mes de noviembre, y que realizaría también una segunda versión para la familia del político. Por su parte, para el de Gaspar Melchor de Jovellanos (Gijón, 1744 – Puerto de Vega, Navia, 1811), que Gragera firmaría un año después, probablemente se inspiró en el retrato que realizó del ilustrado en 1809 Ángel Monasterio.

La presencia de estas dos esculturas en el Programa La Obra invitada del Museo del Bellas Artes de Asturias se enmarca dentro de un amplio proyecto de colaboración firmado entre la Junta y el Museo en mayo de 2016.

Arstusia, de Joan Fontcuberta

Miradas de Asturias

Miradas de Asturias

La Fundación María Cristina Masaveu Peterson presenta ARSTUSIA, de Joan Fontcuberta, cuarto proyecto de su serie Miradas de Asturias.

Miradas de Asturias es una iniciativa de largo recorrido de la Fundación María Cristina Masaveu Peterson que promueve, desde el mecenazgo, la creación de un Fondo de obra inédita inspirada en Asturias a partir de la visión íntima y personal de prestigiosos fotógrafos, como Alberto García-Alix, José Manuel Ballester y Ouka Leele, todos ellos Premio Nacional de Fotografía.

Esta cuarta edición tiene como fotógrafo invitado a Joan Fontcuberta (Barcelona, 1955); artista, docente, ensayista, crítico, promotor de arte y ganador de varios galardones, como el Premio Nacional de Fotografía y de Ensayo. Además, Joan Fontcuberta es el único español que ha recibido el prestigioso Premio Hasselblad, reconocimiento internacional en el ámbito de la fotografía que concede desde 1980 la Fundación sueca Hasselblad y que han recibido algunos de los fotógrafos más importantes del siglo XX, como Ansel Adams, Henri Cartier-Bresson, Richard Avedon, William Klein, Jeff Wall o Nan Goldin, entre otros.

ARSTUSIA es un vocablo que compone un anagrama de Asturias. Joan Fontcuberta trata en ARSTUSIA la fotografía como una “máquina anagramática”, como una piedra filosofal capaz de permutar experiencias posibles de la realidad. Para este alquimista de la luz y la sombra, la fotografía es polvo y tiempo, ARSTUSIA es entraña y memoria… Es una experiencia única y sensorial donde el espectador irá descubriendo, a través de sesenta cajas de luz, las imágenes que se esconden detrás de cada instantánea.

Además de realizar el catálogo de la exposición ARSTUSIA, la Fundación María Cristina Masaveu Peterson ha editado el libro de artista Trauma, realizado a partir de imágenes procedentes de diferentes fototecas asturianas, y que está presente en la exposición con una instalación hecha ex profeso para el atrio del museo. En Trauma Joan Fontcuberta propone la idea de unas imágenes enfermas: fotografías que sufren algún tipo de deterioro (patología) que perturba su función documental y las inhabilita para “vivir” en un archivo pero que las dota de una extraordinaria singularidad plástica.

Esta muestra, organizada por la Fundación María Cristina Masaveu Peterson con la colaboración del Museo de Bellas Artes de Asturias, se puede visitar en el Museo desde el 14 de mayo hasta el 28 de agosto de 2016.

Organiza: Fundación María Cristina Masaveu Peterson
Colabora: Museo de Bellas Artes de Asturias
Artista y comisario: Joan Fontcuberta
Diseño museográfico: Fundación María Cristina Masaveu Peterson

Más información:
www.fundacioncristinamasaveu.com
www.fontcuberta.com

AUSATRIS
AUSATRIS (Parque de la Vida, La Mata, Luarca), 2015
Joan Fontcuberta

Serie ARSTUSIA. Miradas de Asturias. Mecenazgo. Fundación María Cristina Masaveu Peterson

Fotografía. Impresión directa sobre Duratrans, con caja de luz led

Colección de Arte Contemporáneo Fundación María Cristina Masaveu Peterson

RUTSIASA de Fontcuberta
RUTSIASA (Maqueta, Grupo Asturiano de Módulos Ferroviarios H0, Gijón), 2015
Joan Fontcuberta

Serie ARSTUSIA. Miradas de Asturias. Mecenazgo. Fundación María Cristina Masaveu Peterson

Fotografía. Impresión directa sobre Duratrans, con caja de luz led

Colección de Arte Contemporáneo Fundación María Cristina Masaveu Peterson

SUARISTA de Fontcuberta
SUARISTA (Aliviadero Natahoyo, Gijón), 2015
Joan Fontcuberta

Serie ARSTUSIA. Miradas de Asturias. Mecenazgo. Fundación María Cristina Masaveu Peterson

Fotografía. Impresión directa sobre Duratrans, con caja de luz led

Colección de Arte Contemporáneo Fundación María Cristina Masaveu Peterson

SAURITAS de Fontcuberta
SAURITAS (Mina Carbonar, Vega de Rengos, Cangas del Narcea), 2015
Joan Fontcuberta

Serie ARSTUSIA. Miradas de Asturias. Mecenazgo. Fundación María Cristina Masaveu Peterson

Fotografía. Impresión directa sobre Duratrans, con caja de luz led

Colección de Arte Contemporáneo Fundación María Cristina Masaveu Peterson

SIASATRU
SIASATRU (Órgano, Basílica de Covadonga), 2015
Joan Fontcuberta

Serie ARSTUSIA. Miradas de Asturias. Mecenazgo. Fundación María Cristina Masaveu Peterson

Fotografía. Impresión directa sobre Duratrans, con caja de luz led

Colección de Arte Contemporáneo Fundación María Cristina Masaveu Peterson

SARISTAU de Fontcuberta
SARISTAU (Depósito de agua de Roces I, Gijón), 2015
Joan Fontcuberta

Serie ARSTUSIA. Miradas de Asturias. Mecenazgo. Fundación María Cristina Masaveu Peterson

Fotografía. Impresión directa sobre Duratrans, con caja de luz led

Colección de Arte Contemporáneo Fundación María Cristina Masaveu Peterson

SUTAIRAS
SUTAIRAS (Rotonda, Colunga), 2015
Joan Fontcuberta

Serie ARSTUSIA. Miradas de Asturias. Mecenazgo. Fundación María Cristina Masaveu Peterson

Fotografía. Impresión directa sobre Duratrans, con caja de luz led

Colección de Arte Contemporáneo Fundación María Cristina Masaveu Peterson

TARIASUS
TARIASUS (Ventanal gótico tapiado del Claristorio Bajo de la Capilla Mayor, Catedral de Oviedo), 2015
Joan Fontcuberta

Serie ARSTUSIA. Miradas de Asturias. Mecenazgo. Fundación María Cristina Masaveu Peterson

Fotografía. Impresión directa sobre Duratrans, con caja de luz led

Colección de Arte Contemporáneo Fundación María Cristina Masaveu Peterson

Vestido de noche en crespón de seda negro, 1968, de Cristóbal Balenciaga

El Programa La Obra invitada tiene como misión traer al Museo de Bellas Artes de Asturias durante un periodo de tres meses destacadas obras procedentes de coleccionistas particulares o de otras instituciones nacionales e internacionales que contribuyan a reforzar el discurso de la colección permanente, bien porque permitan profundizar en aspectos ya contemplados por la colección, bien porque permitan cubrir lagunas que en ella puedan detectarse.

La pieza escogida para el primer cuatrimestre de 2016 es Vestido de noche en crespón de seda negro y guarnición de cinta aplicada de lentejuelas, guipur y cristales facetados, creado por el diseñador Cristóbal Balenciaga en 1968 y procedente del Museo Cristóbal Balenciaga de Getaria (Guipúzcoa). Se trata del primer traje que forma parte del mencionado Programa, escogido para la ocasión por la particular relación que unió a Balenciaga con el pintor asturiano Luis Fernández (1900-1973), en cuya sala monográfica se expondrá el vestido. Ambos estuvieron unidos por una estrecha amistad y, además, el segundo coleccionó varias obras del primero. Así mismo, Balenciaga también fue amigo y/o coleccionista de otros artistas representados en el Museo, como José Caballero (1916-1991), cuya obra se expone también en la primera planta de la Ampliación.

Cristóbal Balenciaga (1895-1972) es uno de los más destacados e influyentes creadores de moda del siglo XX. Desde su infancia, tuvo la posibilidad de acceder al guardarropía de la marquesa de Casa Torres, donde absorbió conceptos sobre la elegancia y la calidad de los materiales que serán fundamentales para su carrera. Ya en sus inicios como modisto en San Sebastián se caracterizó por ser un trabajador incansable y perfeccionista, gran empresario y elegante persona. Rodeado de un círculo de personas de su entorno más próximo, trabajó con ellos en sus talleres de costura hasta el cierre de los mismos, en 1968. La apertura en 1937 del Salón de París fue su consolidación absoluta a nivel internacional, siendo entonces apreciado por Christian Dior como “el maestro de todos nosotros”. En cuanto a su concepto de elegancia se va modificando a lo largo de los años, con sutiles matices y gran coherencia, como se puede apreciar en la línea Tonneau de 1947, el semi-fit de 1952, la túnica de 1955 y el vestido saco o el vestido Baby-doll de 1958.

Balenciaga logró una de las mayores contribuciones a la moda femenina del siglo XX: la definición de una nueva silueta. Mediante innovadores cortes se diferencia del hito creado por Dior (el llamado New Look) y libera el cuerpo de la mujer a través de volúmenes sorprendentes. La importancia de un elemento invisible, que envuelve el cuerpo femenino y soporta el volumen del vestido, es apreciable en todas sus creaciones.

Vestido de noche en crespón de seda negro, perteneciente a Sonsoles de Icaza y León, marquesa de Llanzol, es una de las últimas creaciones de Cristóbal Balenciaga. Se presentó en febrero de 1968 en los salones de la Avenida Georges V de París como el modelo 173 de la colección. Posteriormente las maniquíes lo pasaron en los salones de Madrid, Barcelona y San Sebastián, pertenecientes al mismo modisto, y también en los salones de algunos exclusivos grandes almacenes estadounidenses como Bergdorf Goodman.La línea túnica envuelve con un solo paño de tejido casi la totalidad del cuerpo femenino, siguiendo los principios del minimalismo constructivo y manteniendo los mismos preceptos que el arquitecto austriaco Adolf Loos. Su máxima, “elimina lo superfluo”, que como mentor le traslada a su amigo Hubert de Givenchy, se aprecia magníficamente en este vestido. El único adorno del mismo, los tirantes-joya, ensalza la silueta femenina en su recorrido y oculta los escasos y estudiados cortes que son necesarios para la construcción de la túnica. La sobriedad del corte se enfatiza además mediante la fluidez del crespón, mientras se contrarresta con un profundo escote en la espalda, recurso muy habitual en la creaciones de Balenciaga. Esta Obra invitada del Museo del Bellas Artes de Asturias se puede considerar como un baluarte en el que se muestran las características indispensables de la obra del modisto de Getaria: minimalismo, simplicidad, comodidad y elegancia.

Vestido de noche en crespón de seda negro, 1968, de Cristóbal Balenciaga. Fotografía: Manuel Outumuro. Colección Cristóbal Balenciaga Museoa, Getaria.

Vestido de noche en crespón de seda negro, 1968, de Cristóbal Balenciaga. Fotografía: Manuel Outumuro. Colección Cristóbal Balenciaga Museoa, Getaria.

El vaciado de la huella belga, de Carlos Suárez

El vaciado de la huella belga es un proyecto resultado de las investigaciones que el artista Carlos Suárez (www.carlossuarez.eu) ha realizado en los últimos años en torno a la memoria y la identidad como eje central de reflexión.

En esta ocasión esa reflexión parte del concepto del Archivo como ese lugar donde los vestigios de memoria resisten noblemente al paso del tiempo. El archivado, los procesos de búsqueda de documentos y objetos y su posterior jerarquización configuran un proceso fascinante de almacenar la memoria y salvar la historia como contraofensiva a la pulsión de muerte que nos empuja a la autodestrucción, al olvido y a la aniquilación de los recuerdos.

Carlos Suárez reivindica el potencial artístico extraordinario de estas acciones a partir del Archivo de la Real Compañía de Minas-Asturiana de Zinc (Arnao, Castrillón), que se implementa con el análisis de las relaciones entre trabajadores asturianos y empresarios belgas a principios de siglo, las migraciones y desplazamientos de uno a otro lugar, las cartas y cuentas que lo testifican, el trabajo y el esfuerzo que emerge de cada uno de los objetos y rincones, piezas todas estas que constituyen el entramado sobre el que se construyó nuestra identidad y sociedad actual.

En concreto la exposición, instalada en la planta baja del Palacio de Velarde, gira en torno a cuatro ejes y está protagonizada por seis piezas de diversos materiales y formatos, que abarcan desde la instalación a objetos y fotografías.

El primer eje es la confrontación entre “El vacío y la huella” como proceso a través del cual se nos revela la historia. El vacío hace referencia a la historia ausente, aquella que nunca se ha narrado. En este sentido, una instalación formada por 170 cajas de zinc que albergaron la memoria del archivo desde 1833 y que ahora se adueña, como un gran muro, de la sala de exposiciones del Palacio de Velarde, sería la pieza más emblemática. Mientras, la huella alude a los testimonios que sí han permanecido, en este caso, los de los propios vestigios del archivo y también de los trabajadores que dieron su vida y energía por la empresa, cuyas marcas dactilares presiden el testero de la sala.

La utilización de objetos y piezas del propio archivo a modo de “Arqueologías de la memoria“, que posteriormente Carlos Suárez reinterpreta y descontextualiza para enlazar con la contemporaneidad, sería el segundo de los ejes. Ejemplo de este eje es la pieza titulada El esplendor de las ciudades, en la que el artista simula la construcción de una ciudad en miniatura a partir de los tipos que sirvieron para editar los catálogos con objeto de comercializar elementos decorativos para arquitecturas urbanas.

El tercero es la “Relación colonial“, de ida y vuelta, establecida desde 1833 entre empresarios belgas y trabajadores asturianos, a partir de la cual se configuraron historia y sociedad a uno y otro lado. Algo que el artista plasma en un díptico fotográfico. Por último, la enorme pieza Más de 80 kilos. Transportable por dos trabajadores, situada en el patio central del Museo, dialogando con las columnas que sustentan el Palacio de Velarde y que enlaza la muestra con las dos plantas superiores, hace referencia a la “Tensión, esfuerzo y trabajo”, señas de identidad sobre las que se construyó la sociedad asturiana.

A través de este proyecto y de las conexiones entre los distintos objetos, memoria e ideas, Suárez nos acerca en suma al proceso de reinterpretación de la historia asturiana, del entramado sobre el que se construyó nuestra identidad y sociedad actual. Nos acerca a una historia de trabajo y de esfuerzo, de migraciones y desplazamientos de uno a otro lugar, que queda evidenciado por cartas, cuentas y huellas. Su labor, la de “archivero-artista”, es en sí misma la propia obra de arte que quiere reivindicar. La labor de contar una historia, establecer un discurso, recuperar la memoria, indagar, investigar…

Carlos Suárez (Avilés, 1969) es Doctor en Bellas Artes por la Universidad de Vigo y licenciado en Bellas Artes por la Universidad de Salamanca.

De sus primeros proyectos se pueden destacar las exposiciones Mi País, Antiguo Instituto Jovellanos (Gijón, 2000); Mares de otro mundo, Galería Almirante (Madrid, 2004), o su presencia en la IX Bienal de Arte Ciudad de Oviedo (2000).

A partir del año 2008 su obra da un giro hacia la investigación de las relaciones entre el ser humano y el territorio, la especulación de la propiedad, la memoria y la identidad colectiva. Resultado de ello son muestras como Ciudad Satélite, Galería Adriana Suárez (Gijón, 2011); No memory. Cities in the world, CMAE (Avilés, 2013); Timeless city, Factoría Cultural, (Avilés, 2014); la propuesta Promesas de Bucarest (Gloria Helmound, 2013) o el proyecto colectivo Neste Universo, Centro da memoria de Vila do Conde (Portugal 2014).

Ha participado en las ferias internacionales ARCO 2004 y 2005, MACO 2005 (México DF) con la Galería Almirante de Madrid y en Just Madrid, 2014.

En el año 2015 recibe el Premio Extraordinario de Doctorado de la Universidad de Vigo por sus investigaciones que vinculan las producciones artísticas contemporáneas con los desplazamientos de personas, la memoria y la identidad en el contexto de la Unión Europea.

Esta muestra cuenta con el copatrocinio de: Asturiana de Zinc, S.A.U., una compañía Glencore.

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El vaciado de la huella belga

El vaciado de la huella belga, de Carlos Suárez

El vaciado de la huella belga

El vaciado de la huella belga, de Carlos Suárez

El vaciado de la huella belga

El vaciado de la huella belga, de Carlos Suárez

El vaciado de la huella belga

El vaciado de la huella belga, de Carlos Suárez

El vaciado de la huella belga,

El vaciado de la huella belga, de Carlos Suárez

El vaciado de la huella belga

El vaciado de la huella belga, de Carlos Suárez