Fecha de ejecución:
h. 1350
Técnica:
Temple sobre tabla
Medidas:
120 x 152 cm
Procedencia:
Colección Pedro Masaveu
De procedencia desconocida, debió concebirse como pala de altar o retablo para un oratorio privado o capilla conventual. Probablemente pudo tener una predela y quizá unos pináculos, actualmente desaparecidos.
El autor, anónimo, vinculado a la escuela de Siena, entre los seguidores de Simone Martini, debió realizar esta obra a mediados del Trecento, después de la peste negra (1348), aunque tampoco se puede descartar que fuera algunos años antes.
Representa la Crucifixión, acorde con la nueva iconografía italiana de fines del Ducento y comienzos del Trecento, que rompe con la tradición bizantina. Ante un fondo de oro, sobre un espacio sugerido por el suelo de tierra y verde, el pintor dispone las figuras a modo de friso. En el centro muestra a Cristo crucificado, ya muerto, con la llaga del costado manando abundante sangre. A la izquierda está la Virgen sostenida por las santas mujeres con expresión doliente en sus rostros. Entre ellas destaca la Magdalena por el color rojo de su vestido. A la derecha sitúa a Juan, expresando su dolor en el rostro y con sus manos unidas. Está separado de los soldados -junto a él está el portador de la lanza, Longinos-; y de los judíos. Arriba, a ambos lados de Cristo, revolotean unos ángeles casi diminutos, manifestando también su duelo, particularmente el que rasga sus vestiduras sobre la cabeza de san Juan.
Los tipos humanos derivan de Simone Martini. A él remiten la figura de Cristo y sus delicadas proporciones, la forma de la herida del costado o el velo transparente que le cubre hasta las rodillas. Aunque la expresividad lineal, la belleza del colorido o el modo de expresar las emociones también lo conectan con el estilo de Simone Martini, sus figuras carecen de la gracia y las estilizadas proporciones que les otorga ese autor, y también sus ropajes son más simples.
Manuela Mena en 1988 señaló analogías con el estilo de Barna de Siena (fallecido h. 1350), autor de los frescos de la Colegiata de San Gimignano, pero no es el mismo pintor de la tabla de Oviedo, en la que se aprecia un interés por el claroscuro, de influencia giottesca, al igual que elementos tomados del arte clásico, al que remiten el manto y la actitud de san Juan.